En algún momento de esta maravillosa existencia todos hemos deseado tener un botoncito para poder apagar esa mente charlatana y discursiva que nos estaba dando vueltas y vueltas a un mismo tema continua y prolongadamente y no con palabras muy agradables que digamos.
Extraído de las enseñanzas del venerable maestro budista Lama Richen Gyaltsen y adornado por el ser que te escribe, vengo a darte unas pinceladas sobre esta mente discursiva y agitada y como practicando el arte de soltar podemos atenuarla.
Podemos partir de la siguiente cuestión: ¿Qué agita nuestra mente? ¿Qué hace que la mente esté inquieta? Aquello que agita nuestra mente, es el DESEO. El deseo de que algo sea o el deseo de que algo no sea, lo que en budismo se conoce como el apego o la aversión, y que siembra las bases de nuestro sufrimiento como seres humanos. En este DESEO, incluimos las expectativas, el aferramiento e incluso las adicciones (de cualquier manera, tipo y color). Además, no podemos olvidar añadir unas pinceladas de exigencia o necesidades, en muchos casos no demasiado realistas. Exigimos algo de otros o de la vida que encaje en nuestro tiempo y a nuestra medida.
Todo comienza con una sensación incómoda de no estar en armonía con el momento o circunstancia que está aconteciendo. Hay que tener muy en cuenta que ese momento, justo ese que ya está aconteciendo, es INEVITABLE pero que en nuestra mente no tiene cavidad porque no es como debería de ser, o mejor dicho, como nosotros hemos decidido que debería de ser. A continuación, le ponemos una gran etiqueta de “ESTO ES MALO” y de esta forma lo hacemos sólido, absoluto y eterno: “ESTO ES ASI (DE MALO) Y NO PODRÍA SER DE OTRA MANERA. Y de ahí partiendo de la referencia del ego decimos, me conviene o no me conviene. Es aquí cuando comienza la lucha y la batalla, por conquistar personas, objetos e incluso situaciones. Solamente por entrar en lucha con lo que no queremos.
Y aquí es donde entra el arte de soltar, y soltamos las exigencias, soltamos lo que debería ser, soltamos las etiquetas y en definitiva esa lucha constante de cómo deberían ser las cosas según nuestro esquema mental. Y cuando digo cosas, digo personas, encuentros, planes, circunstancias…Si soltamos esa mente discursiva que lo comenta todo a nuestro alrededor y nos centramos en vivir la experiencia de forma plena, habremos conseguido aquietar esa mente discursiva.
Las claves de cómo hacerlo te las cuento en la segunda parte.